martes, 5 de junio de 2012

Gramática de autor


INTRODUCCIÓN - I


EL LASTRE 


Puedo comprenderlo, dilecto discípulo, la gramática es señera y temible, magistral y enigmática, sombra de amenazas, fábrica de frustraciones, mano impúdica e inmisericorde, fábula de horrores y errores, hipérbole del miedo.

En el proceloso mundo de la enseñanza y desde épocas hasta donde la retrospectiva alcanza, la gramática y las matemáticas han mantenido disputas permanentes, contiendas nada edificantes, para erigirse en materia o asignatura maldita. El ogro con el que tiene que batirse el estudiante desde su más tierna infancia, hasta arrebatarle con sangre y codos un mísero aprobado. Dos horrendos cíclopes imposibles de eludir.

Dejemos ahora a las matemáticas en el dique de la indigestión, y dispongámonos a transformar la gramática en manjar humano. He aquí mi objetivo, dilecto discípulo, descabalgar esa consideración arcana, aprensiva y timorata que te insuflaron junto con las fatigosas clasificaciones de sustantivos, las mortificantes conjugaciones verbales y las subordinadas adverbiales más abracadabrantes.

Para empezar, denunciemos la mediocridad de quienes fantasmean con la gramática o simplemente la ningunean. Conforma el primer grupo una tropa disforme integrada por falsillos o falsetes, aprendices de vitola, maestros de medio pelo, escépticos desinformados, relativistas vagos y un largo etcétera de violeteros sin estambres ni corola. Sus conocimientos se reducen a la memoria mecánica y estéril de reglas y clasificaciones para ejercicios tipo test, a cobijarse bajo el aura de un amigo filólogo, a la lectura del prólogo de la nueva gramática de la Academia como si de una novela se tratara, o exhiben esta nueva gramática con su estuchito y todo en la estantería del salón junto a la colección de Premios Nobel, o a fardar de algún saber importante, como lo del leísmo, anduve por andé y juegos de esgrima por el estilo.

Entre los otros, encontramos a los de “a mí no me vengas con milongas de sujeto y predicado, porque para sujeto tú y para predicado yo”. A éstos les violenta tanto no tener ni idea, que responden con desaires o alguna vulgaridad propia de su ingenio. Junto a ellos camina una inmensa turba de cojitrancos (y sálvese quien pueda) que, empecinados en la exaltación de su ignorancia, recurren a la interrogación retórica de los gaznápiros: ¿para qué sirve la gramática?

Quedas, pues, avisado, dilecto discípulo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario